Foto

La foto reposaba sobre el mueble frente al escritorio de mi abuelo. La figura de mi tía vestida de novia, con un majestuoso vestido blanco, la piel blanca y las mejillas rojas. No sonríe, no llora, no gesticula. Su gesto es una milésima de ausencia atrapada en una imagen.

La foto mate, deja ver algunos granos de la imagen, eso le da calidez, un aire un poco antiguo que contrasta con el color de la foto.

El marco delgado, plateado brillante, encuadra la foto. Te avisa de que es su interior hay algo importante, algo un poco frío sin embargo.

Te llama la atención sobre la única porción brillante de la imagen, el fondo negro, grumoso, se interrumpe en un lugar muy concreto por una mancha negra más brillante. Una mancha cuidadosa, estratégicamente colocada. A la altura de la cabeza de mí tía.

Mi tía, parece, que se casó con una sombra, con una mancha para la familia. Parecía que todo el silencio, todo el rencor, todo el dolor salía de aquella mancha brillante negro sobre negro sosteniéndose a sí misma sobre el estante.

La mancha de alargaba, cambiaba de forma, extendía sus tentáculos oscuros e invisibles en cada conversación, en cada gesto. En el nacimiento de los nuevos bebés que no han visto el dolor con sus ojos pero que lo viven, lo absorben del vientre materno, con las partículas diminutas de la mancha negra que corre por los capilares de su madre y llega a la placenta.

Nacen, y crecen, y nunca preguntan. Solo conocen la pesadez del silencio, la gravedad que genera la presencia invisible de aquello.

Amores ionescos

Al final el bombero se casó con la cantante calva, no porque la considerara verdaderamente atractiva sino porque le regalaba pompas de jabón indestructibles. Así, con el pasó de los años se autoconvencieron de que querían tener retoños; Tuvieron cuatro leprechauns fosforescentes que aprendieron a cantar en polifonía antes que a hablar.

Los primeros meses fueron desesperantes hasta que aprendieron a afinar correctamente todas las armonías. Entonces, él empezó a desquiciarse porque debía aprender todas las voces y los divisis por si acaso alguno de los niños galleaba al cambiarle la voz o se ponía afónico a causa del chocolate caliente.

La gota que colmó el vaso cayó cuando todos empezaron a comunicarse en recitativo y le encargaron la misión tocar el clave. » Se acabó», gritó mientras se tiraba de los pelos, se calzó sus mejores pantuflas de domingo y empezó a correr sin rumbo.

Nunca regresó pero a veces cuando los niños cenan sopa de calabaza con Hierbabuena él vuelve y los observa a través de los visillos. Ellos fingen no verlo y guardan silencio para no ahuyentarlo con sus cantos.

…a veces me invadía una extraña sensación, casi dolorosa, de responsabilidad. Vivía tan angustiado como si hubiera rechazado un encargo de vital importancia, pero ignoraba por completo por dónde empezar.  Tardamos en darnos cuenta de que en realidad no tenemos nada especial que hacer, y entonces por fin comenzamos a hacer algo.

Sándor Márái. Confesiones de un burgués.

Renfe 2011

Me hice con una de aquellas lanchitas hinchables para cruzar de acera a acera las calles que no estaban puestas aún a esas horas.

En esos días de cambio, pensaba en la estación como una isla de certeza. Veía los rieles infinitos tejiendo redes de existencias.

Mi vida, era una más cuando el tren me acunaba con su vaivén y susurraba canciones roncas y dulces a mi oído.

Adormilada, llegaba a mi destino.Un nuevo comienzo. Más vías, más aceras, más vidas. El tren se iba. Mientras, fuera, las calles renacían.

Amores polillas

Él conquistó su corazón regalándole un armario. Ella se mudó a vivir con él, el primer día al llegar la noche, él levantó el dedo y señaló el armario:

-Tienes que dormir allí.

-Bueno- contestó ella.

-Tienes que hacer toda tu vida allí- Añadió él, mientras ella seguía la dirección marcada por su índice.

Transmigración

Caminaba cabizbajo mirando el infinito horizonte de su dolor cuando una bala rompió el aire tras de sí, trazando una recta perfecta hasta ir a clavarse en su nuca. Levantó la cabeza por un segundo y pudo contemplar otro horizonte, más bello de lo que jamás habría podido imaginar, un atardecer en el día de los sueños truncados; y entonces sonrió, antes de sumirse en la oscuridad del fin para que el mundo pudiera crearse de nuevo a su antojo.

Amistad

Si se tienen dos o tres personas, pero qué digo, si se tiene una única persona ante la cual se pueda ser débil, pobre de espíritu o estar triste sin que ello nos haga daño, entonces somos ricos. La tolerancia sólo se puede exigir a los que nos aman, nunca a otras personas y sobre todo jamás a uno mismo.

Milena Jesenská