Retal de Cortázar

…cuando empecé a tocar de chico me di cuenta de que el tiempo cambiaba. Esto se lo conté una vez a Jim y me dijo que todo el mundo se siente lo mismo, y que cuando uno se abstrae…Dijo así, cuando uno se abstrae. Pero no, yo no me abstraigo cuando toco.  Solamente que cambio de lugar.  Es como en un ascensor, tú estás en el ascensor hablando con la gente, y no sientes nada raro, y entre tanto pasa el primer piso, el décimo, el veintiuno, y la ciudad se quedó ahí abajo, y tú estás terminando la frase que habías empezado al entrar, y entre las primeras palabras y las últimas hay cincuenta y dos pisos. Yo me di cuenta cuando empecé a tocar que entraba en un ascensor, pero era un ascensor de tiempo, si te lo puedo decir así. No creas que me olvidaba de la hipoteca o de la religión. Solamente en esos momentos la hipoteca y la religión eran como el traje que uno no tiene puesto; yo sé que el traje está en el ropero, pero a mi no vas a decirme que en este momento ese traje existe.

El Perseguidor, Julio Cortázar.

Sororidad

Las historias que escribo nunca son mías. Son historias que tomo prestadas de otros y que siempre me fascinan. No puedo guardarlas para mí, es una necesidad compartirlas. Tengo la fortuna de escuchar muchas historias que me enriquecen, me sirven de ejemplo y me ayudan a crecer. Tengo la fortuna de conocer a personas maravillosas.

Sororidad

«Veis, con un sostenido estamos en Sol Mayor» Podía ver el reflejo de su cara en la superficie pulida del piano, justo detrás de su espalda «si, do, re» entonó las primeras notas de la lección «Empezamos con una tresillo en anacrusa» Paró un momento y se giró ligeramente hacia nosotros «Y digo yo»  Iván y yo la escuchábamos con atención, preparados para seguir al piano con nuestras voces «que no entiendo porque algunas mujeres piensan que necesitan un hombre» sentí que quizá sólo me hablaba a mí y que Iván a mi lado con sus 17 años, aunque quisiera, no podía entender completamente lo que estaba diciendo «¡Y mira que yo he estado casada durante 35 años!» sus manos pequeñas y hábiles pasearon sobre las teclas pulsando suavemente, sin dejar que sonaran. Miró al frente, volvió girarse mirándonos  «Fue así, un día después del Conservatorio llegué a casa y mi marido me dijo que se iba» tocó un acorde distraídamente, no sé qué acorde, creo (creo) que podría haber sido cualquiera. Contó aquello sin inmutarse, como si su marido le hubiera informado de que debía ir a la oficina de correos o a comprar el pan «Lo pasé muy mal» añadió un segundo después, parecía que se hubiera dado cuenta de que había sonado algo insensible «pero si no hubiera pasado no sería cómo soy ahora» Como es ahora: una mujer a punto de jubilarse con más energía que la mayoría de los seres humanos, con una pasmosa claridad de ideas, viajera, inquieta, entusiasta, magnífica profesora, magnífica profesional, magnífica humana «Por eso os digo que aprecio tanto a esta señora, a la rusa» la rusa ya había aparecido en clases anteriores, una antigua profesora de canto «Es curioso» dijo «la conocí porque su hija era alumna mía de lenguaje musical, me pidió permiso para entrar en una de mis clases para ver cómo enseñaba y así poder ayudar en casa a su hija con las lecciones de solfeo» No todos los profesores permiten espías en sus clases, a mi entender por miedo a la crítica, por cierta conciencia de no estar haciéndolo del todo bien, pero ella, cristalina como es en todo invitaba a oyentes a sus clases y aceptaba la presencia de padres colaboradores en el aula «Al acabar la clase» continuó su relato «se acercó a mí y me dijo: ´Tú cantante, tú cantante´ Sí, bueno, respondió, yo tengo el título superior de canto, pero no canto `Tú canta conmigo´ insistió la rusa que no hablaba ni papa de español ¡Acabé hablando yo más ruso que ella español!» Se rió quitándole importancia a este logro, para mí hablar ruso es tener un superpoder «Pasaron varias semanas y nunca fui a cantar con ella» nos contaba «y cuando pasó esto de mi exmarido o mi marido, no sé porque en realidad no estamos divorciados, pocos días después, vino de nuevo a una clase. Al acabar me dijo  `¡No has venido a cantar!¡No has venido!´ Pero ¿¡cómo iba a ir a cantar!?» se rió de nuevo » No tenía tiempo ¡Yo tenía cuatro trabajos en aquel entonces!¡Cuatro!» recalcó levantando la mano derecha hacia nosotros, escondiendo el dedo pulgar, vi el brillo de un anillo en su dedo corazón, ninguna alianza » Y entonces la rusa me dijo `¡Tú muy triste!¡Muy triste!´»mientras decía esto apoyaba sus manos en las mejillas y tiraba de ellas hacia abajo imitando una máscara en un gesto entre gracioso y dramático «Y sí estaba muy triste, tengo que admitirlo, pero ya no ‘¿Trabajas domingo tarde?´ preguntó la rusa y claro»  añadió «me pilló. Así que ese domingo fui a su casa por primera vez y lo primero que hizo al llegar fue plantarme una taza de té. Yo odiaba el té, claro que ahora me encanta» fe de ello da su termo de cuadros sobre el piano «y al final de la clase dos copas de vino. Nunca dejó que le pagara nada ¡Nada! y claro, yo le llevaba siempre algo, una tortilla, una empanada, algo que yo hubiera hecho y ella me decía `¿por qué? ¿¡Por qué!?´» Volvió a reírse con sus recuerdos «y yo quiero ir a verla allí a su casa de ahora pero es muy difícil porque la situación de la zona es muy mala. A veces incluso quiero enviarle algo por correo, algo de comida y ¡Olvídate! todo se  pierde por el camino. Se tuvo que regresar allí, y ¿sabéis por qué? Porque su hija vendió su casa aquí, y ella sólo cobra 400 euros de pensión ¡400! Cuando ha tenido todos los premios importantes, cuando ha cantado en los mejores teatros ¡400!» hablaba con indignación pero sobre todo con la aceptación de no poder verla más a menudo, con las ganas de tenerla en su vida cotidiana. Y menos mal que fui a cantar con ella » retomó el relato» porque sino hubiera tenido que ir a un psicólogo o a un psiquiatra. Y entonces cantamos Las Bodas de Figaro, la Susana, el Cherubino, lo estudié todo de nuevo ¡Todo! Y volví a estudiar y cuando le dije cuánto me había ayudado, ella me dijo que yo también la había salvado a ella. Aunque claro» continuó «de eso ya hace años. Hace dos que volvió a su país» Miró al frente, al teclado de nuevo, sus dedos se colocaron sobre las teclas- ¿por dónde íbamos? ¡Ah, sí! «se autocontestó» Sol Mayor, anacrusa. si, do, re» cantó «Esto es un tresillo»